lunes, 30 de enero de 2012

Bondage I


Vista en persona, Eva es atractiva, más que en las fotos que me ha enviado. Quizá guapa no sea la palabra que la defina, objetivamente no ganaría un concurso de belleza, pero no le hace falta. Hermosa si es, no tiene unos ojos arrebatadores, ni boca generosa u otros rasgos destacables, pero el conjunto en si es equilibrado, lo que le da una hermosura difícil de precisar. Y eso me gusta.
 No buscaba nada especia cuando contacte con ella vía el correo electrónico, pero la personalidad que destilaban sus escritos si me atrajo poco a poco. Intercambiamos de todo, y especialmente experiencias y deseos. Entre estos le dije que una de mis fantasías era tener una experiencia con otra mujer, cosa que ella ya tenía y, en sus palabras, parecía muy atrayente.

Y allí estábamos, en el bar en que habíamos quedado para conocernos al fin. Me pareció que le gusté nada mas verme, no creo que fuera por el físico, se que tengo un cuerpo bonito, como ella, pero no tengo medidas de modelo, ni me hace falta, creo yo. Mis rasgos son totalmente normales, eso si con un toque hermoso (y está mal que yo lo diga) en mis ojos verdes, que contrastan con el pelo castaño que envuelve mi rostro.

Estaba algo nerviosa, no sabia bien que pasaría ni andaba sobre seguro al concertar una cita con una desconocida. Bueno, no tan desconocida, puesto que sabíamos mucho la una de la otra por el contacto electrónico que habíamos tenido. Tal vez a causa de esto último, nos sentíamos también viejas amigas, por eso la conversación salía con naturalidad.

- Bueno, ¿qué te parece si vamos a mi casa ... para estar un poco solas? - me dijo. Creo que me sobresalte algo, o me puse ligeramente colorada. No iba con la idea de tener una experiencia sexual con ella, pero no la descartaba. Y titubeé. Lo medité un momento.

- Claro ... por ... porqué no .... vamos. Pisaba terreno desconocido, quería avanzar pero dudaba. Sería la primera vez y quería que fuera bien todo. Y notaba que Eva no quería presionarme, ella también trataba que las cosas fueran por buen camino.

Llegamos a su casa, y nos sentamos en el salón. Descorchó una botella de vino tinto. Seguimos hablando, y bebiendo. El alcohol siempre elimina las inhibiciones. Y el calor también. Poco a poco, y sin darnos cuenta, nos quitamos chaquetas, zapatos, medias, faldas, hasta los pendientes y collar que llevaba. Y nos quedamos en ropa interior y camisa, sentadas en la alfombra. Medio borrachas.

En un momento dado, me acarició un pie. Aún a esas alturas, no habíamos tenido más contactos físicos que los besos que nos dimos cuando nos encontramos en el bar y algún otro roce de movimiento natural. Esta vez era diferente, el contacto era querido por ella, y consentido por mi. Por eso se sintió con libertad para proseguir, de los pies pasó a acariciarme el pelo y me dio un beso, rozando nada mas sus labios con los míos. Callé en ese momento, y la borrachera casi se despejó. Dudas otra vez. ¿Cara de miedo? ¿Vergüenza?

- ¿Qué pasa? - Me preguntó con una sonrisa, una de las expresiones que más hermosa la hacen, mientras acariciaba mi mejilla. - ¿No te gusto?

Sonreí, el momento era mágico, pero - Si ... me gustas mucho ... pero, no se .... me siento algo inhibida ... siento como miedo.

- ¿De mí? - Preguntó.

- No ... si ... un poco ...

Me dirigió una mirada tierna. Se levantó y entró en el dormitorio.

- ¿Estás enojada? - Pregunté desde el salón, algo asustada pese a la mirada.

- No, no te preocupes. - Dijo con voz tranquilizadora. Al poco volvió con varias tiras de cuerda.

- ¿Para qué es eso? - Pregunté, todavía asustada.

- Es para que me ates. - Respondió. Y en ese momento me dio la risa, quizá por lo extraño y absurdo de la situación...

Continuará ...

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