- Vamos, es nada mas que un juego de aprendizaje. Tu
tienes algo de miedo, y yo te entiendo ... por eso quiero dejar todo en tus
manos. Para que veas que no voy a hacerte ningún daño. - Dicho lo cual me dio
las cuerdas y se arrodilló delante, mirándome a los ojos. Sostuve la mirada,
mire a las cuerdas que sostenía, volví a mirarla. Y nos echamos a reír.
- Vamos, tonta ... ¿cuántas veces vas a tener una oportunidad
como esta? Anda, átame ... y descúbreme como tu quieras. - Me dijo con un tono
cautivador.
Mi mirar cambiaba por momentos de miedo a deseo. Tener
una persona a mi merced, y mas otra mujer, se veía apetecible. Además este era
otro de esas fantasías que alguna vez has tenido y que crees irrealizable.
Anticipadamente empecé a disfrutar. La velada se volvía apasionante.
- ¿Y podré hacer contigo lo que desee? - pregunté en un
tono zalamero.
- Claro, yo confío en ti. - Contestó. Yo que tu no lo
haría.
- Vale ... date la vuelta.
Se dio la vuelta, aún de rodillas. A su vez, me arrodillé
a su espalda, y desabroché los botones de la camisa de Eva, pues ya tenía
ciertas ideas de lo que haría con ella. Y una de ellas es que estuviera
desnuda, cosa difícil para quitarle la camisa cuando estuviera atada. Sin
embargo traté, y conseguí, no tocarla aún, el contacto físico sería después, y
más profundo. Además aún no las tenía todas conmigo, ella parecía tan segura y
yo no. Así sus muñecas para ponerlas a la espalda y con pulso inseguro até sus
muñecas.
- ¿Sabes una cosa?- rompí el silencio mientras completaba
la operación - cuando niños, mi hermano y yo jugábamos a policías y ladrones. Y
siempre, alguno de los dos terminaba atado por el otro. El me enseñó cómo debía
atarlo para que no pudiera huir...
-Reí con un tono un poco sádico, y completé-
no creo que puedas desatarte demasiado fácil... a ver, inténtalo.
Lo intentó, pero lo que pasó fue que la cuerda se apretó
más, es una de las técnicas aprendidas hace años. Como también que no se
pudiera desatar por si sola. A partir de ahí cogí confianza, ella me había
dejado al mando y yo mandaba, haría lo que quisiera. Me di la vuelta y me aleje
un poco sonriendo para mirarla. Allí estaba Eva, arrodillada y atada. Y se la
veía tan hermosa. Ataqué.
- Bueno ... ahora es el momento en que deseo descubrirte
- Dije arrodillándome frente a ella. Extendí la mano derecha y con el dedo
índice la acaricié. Las mejillas. Los labios. El cuello. Pasé la mano por los
hombros, masajeándolos y acariciando a la vez. Se estremeció y miró con deseo
sedienta de mí, devorándome con sus ojos, ello me atemorizó un poco, y cogiendo
mi pañuelo del suelo donde estaba mi ropa, la vendé los ojos.
- Disculpa -aclaré- pero tu mirada me inhibe un poco.
Hecho esto, continué las caricias interrumpidas. Pero en
vez de con las manos, con los labios. Así pasé por su mejilla, la frente, la
nariz, hasta llegar a los labios para depositar un beso sentido, con toda la
ternura que tenía en el momento, labio contra labio, sólo apoyados, roce leve
de lengua. Las manos en la espalda, seguía acariciándola. Lentamente desabroché
su corpiño, dejándole el torso desnudo, los pechos al aire. Se movió un poco e
intuí que quería gozar completamente. Pasó la lengua por los labios como
relamiéndose. Acaricié los labios con un dedo.
- Así me gusta... que te estés calladita y dejes que te
explore... ya sabré agradecerte todo esto que estás haciendo por mí... si
hablas, se acabará la magia y tendré que amordzarte .
Y era verdad, vivíamos un momento mágico incluso en el
silencio cómplice. Allí estabamos las dos, gustándonos la una a la otra, Eva
semidesnuda, arrodillada, con las manos atadas a la espalda y una venda en los
ojos, era sólo sensaciones. Y yo, Ana, todavía vestida, con todo el tiempo del
mundo, contemplando tanta hermosura, provocando, pero también sintiendo, un
gozo especial. Dos personas y un solo deseo de gozar.
Recomencé las caricias, ahora acariciando sus senos, dibujando
caprichosas figuras por su superficie, recorriendo los pezones, bajando las
manos, recorriendo su estómago, ombligo ... Bajé un poco más, allí estaban aún
sus bragas, escondiendo uno de los centros de gozo de Eva ... y mío. Un hueco
con la mano y acaricié sus otros labios. Como ya suponía estaban húmedos. Eva
echó hacia atrás su cabeza en un gemido desde lo hondo, dejándose llevar por mi
caricia. Mis manos la recorrieron hacia arriba, en una caricia inversa a la
anterior, hasta pararme en la boca, Eva pasó a la acción chupándome los dedos,
uno a uno. La besé.
- Bueno, ven... vamos a estar más cómodas en la cama,
¿no? - dije ayudándola a levantarse.
La llevé al dormitorio y la acosté en la cama, boca
arriba. Siguiendo el momento íntimo que vivíamos, repasé todo su cuerpo con la
lengua, desde sus bien formados pies hasta sus apetecibles labios, pasando
ligeramente por su sexo. Ahora quería gozar yo un poco y que ella actuase. En
un momento me quité la camisa y la ropa interior. Como tenía atadas las manos,
cogí sus hombros para que se incorporara, y al borde de la cama me fui moviendo
enfrentando su cara con cada parte de mi cuerpo. De esa forma me fue besando la
cara, los hombros, los senos, el estómago, ombligo, hasta llegar a mi sexo, en
el que hundí su cara. Su lengua pasó a la acción.
Ya había cogido toda la confianza que faltaba al
principio. Y más. Me comportaba como nunca, segura de mi misma y de ella, de lo
que gozaría y la haría gozar. Casi una salvaje sexual. Separé su cara de mi
sexo y volvimos a besarnos.
- Bueno... ¿ya estás preparada...? Desátame y
comencemos... - Dijo retomando la idea básica del principio de relacionarnos
"normalmente", es decir ambas totalmente disponibles de sus
movimientos.
- Eva... ni sueñes que voy a desatarte ahora... este
juego ya empezó a gustarme... - dije con una sonrisa que si me viera la
calificaría de sádica. La acaricié el pelo.
Intentó responderme pero no la deje. Cuando se está
besando no se puede hablar. La respuesta quedó en el aire vacío. La volví a acostar,
le quité las bragas para después coger un tobillo, rodearlo por una cuerda y
atarlo a una esquina de la cama. Me rogó que no la atara los pies pues no
soportaría tener las piernas abiertas. No la hice caso, incluso cuando trató de
esquivar mis manos. Quedó atada, con las piernas abiertas cada tobillo atado a
una de las esquinas, tumbada boca arriba, las manos atadas a la espalda y los
ojos vendados. Todo por una debilidad suya y obra mía, y que sacó de mi
interior todo el sexo que tenía para ella. El momento seguía siendo mágico
entre las dos, aún cuando ella estuviera atada y yo libre y dominando.
La contemplé un rato, sopesando como descubrirla mejor.
Parecía que después de intentar que no le atara los pies se había calmado
asumiendo el error de haberme dejado la iniciativa, cuyo desenlace, inesperado
por ella, claro, estaba sufriendo. Tal vez se preguntara cuanto tiempo la
tendría atada y que haría con ella, pero de momento se había quedado quieta.
- Bueno Eva, te tendré atada para mi gozo hasta que me
canse - dije como para tantearla - no te había dicho por correo electrónico que
otra de mis fantasías era hacer follar con una persona atada.
No dijo nada, no parecía demasiado cómoda pero tampoco
preocupada, sólo se dejaba hacer.
Me tumbé sobre ella, oponiendo su desnudez a la mía en
una caricia de todo es cuerpo. Así quedaron enfrentados mis senos con los
suyos, hombro contra hombro, labios contra labios, todos, incluso abrí las
piernas como las que ella tenía atadas. Incluso puse mis manos a la espalda,
como para hacer un espejo completo. Al cabo empecé a moverme arriba y abajo,
acariciando su cuerpo con el mío.
El contacto entre labios hizo que empezáramos a gemir de
gozo, a la vez que me movía, y sentía que ella también se movía, iba
pellizcando sus senos, jugando con los pezones, mordisqueándoles con los
dientes, depositando besos allí donde se me ocurría. Eva respondía lanzando
besos cuando sentía una parte de mi cuerpo junto a su boca. Alcanzamos un
primer orgasmo a la vez.
- Anda, desátame - Pidió sin mucha convicción después de
que descansáramos un momento después del primer orgasmo. Lo oí pero no lo
creía, porque me pareció que le gustaba estar atada sometida a mis caricias.
- Ni lo sueñes, aún no he acabado contigo. Todavía me
quedan algunas ideas para descubrirte - respondía con una risita a la que ella
se unió de manera cómplice.
- A ver que es esto - Dije musitando las palabras
mientras, sentada en la cama a su lado, me puse a jugar con su sexo en mis
manos, recorriendo la separación entre labios arriba y abajo, separando los
labios para encontrar su juguetito, estirándole, retorciéndole. Mientras tanto
Eva se retorcía de gusto, gemía profundamente. Ahora jugaba con mi lengua en su
sexo, humedad contra humedad. Hasta que al poco, Eva lanzó un gemido mayor.
Tuvo el segundo orgasmo de la noche. Seguí jugando todavía un rato para
prolongar su gozo.
- Eso ya lo conozco, a ver esto otro - y me puse a jugar
con mi boca en sus senos, recorriendo cara aureola con la punta de la lengua, pellizcando
los pezones con los labios y los dientes. A veces poseyendo todo un seno con la
mano. O los dos. Acercándolos, separándolos, besándolos. Eva se retorcía de
gusto, y gemía desde lo profundo de su cuerpo. Como no atacaba su sexo, aún con
las piernas atadas separadamente, restregaba una con otra para estimularse.
También notaba que sus manos atadas a su espalda, trataban de ayudas jugando
con su culo.
Así estuvimos hasta que se arqueó más que antes, señal
inequívoca, junto al grito que dio, de sentir un orgasmo. Me levanté y alejé de
la cama contemplándola. Estaba preciosa tras el tercer orgasmo. Respiraba
agitadamente y su pecho subía y bajaba de una forma graciosa, separando y
acercando los senos al moverse.
- ¿Te ha gustado, Eva? - pregunté sabiendo la respuesta.
- Si, - jadeó - desátame para que te haga gozar tanto
como tu a mi - volvió a pedir.
- Aún no - contesté - Además viéndote gozar, me das
placer.
- Por lo menos quítame la venda de los ojos - suplicó.
- No, no - canturreé - estas muy hermosa así.
- Al menos deja que te toque.
- Eso si - pues se me había ocurrido otra postura pero
esta vez para descubrirnos la una a la otra.
Me acerqué a la cama, la agarré por los hombros para
incorporarla hasta sentarse. Me senté detrás de ella, pasando una pierna por
cada lado. Sus manos a la espalda estaban a la altura de mi sexo, y en cuanto
lo notó, tomó posesión de él. Yo pasé las manos a sus senos, en un abrazo por
detrás, mientras la abrazaba, mi boca se perdía en su cuello.
Así abrazadas, me tumbé, con lo que Eva quedó encima de
mí. Las manos atadas en mi sexo. Las manos libres jugando desde detrás,
moviéndose arriba y abajo. Mis besos en su cuello y pelo. Así estuvimos un
rato, descubriéndonos la una a la otra, gozando juntas. Yo excitadísima por
tener a Eva así atada. Hasta llegar al gozo supremo, esta vez las dos.
- Ea, ya has gozado sola y hemos gozado las dos, ahora me
toca gozar a mi sola de mi esclava - Dije con cierto tono sádico de ambiente.
Dicho lo cual desaté sus pies. Observé que la cuerda se había clavado en la
carne, y me entró cierta pena de ella, pero también excitación.
- Ahora la esclava Eva hará que su ama Ana lo pase bien -
dije. La hice que se levantara de la cama y se arrodillara en el suelo. Con mis
manos en su cabeza la acerqué a mi sexo húmedo. -Eva, chúpame hasta que me
corra, no se te ocurra separar la cabeza - Ordené, y acto seguido, su lengua
jugó con mis labios. Entrando y saliendo, arriba y abajo. Ayudé con las manos a
separar los labios hasta que hizo suyo el botón que activa el mecanismo del
placer, que subía en oleadas desde su lengua. Me corrí ampliamente. Cuando no
pude más separé su cabeza.
- Lo has hecho muy bien, esclava.
- Gracias, ama Ana.
- Estoy cansada ya, vamos a dormir juntas.
- Desátame, anda - volvió a suplicar.
- No dormirás atada, pero voy a aflojarte los nudos. -
Dije, y ayudándola a levantarse, la tumbé boca abajo en la cama. Deshice los
nudos y como temía, de los movimientos que había hecho al gozar, la cuerda se
había clavado. Masajeé las muñecas, pero volví a atarlas, eso sí, con un nudo
más flojo, que mantuviera unidas sus manos, no se desatara fácilmente y no se
apretara.
La volví boca arriba y até sus pies, esta vez juntos.
Después le quité la venda.
- Tienes un cuerpo bonito - me dijo.
- Gracias, el tuyo no está mal - dije, y nos echamos a
reír.
Me tumbé a su lado, nos dimos un beso, eché la sábana por
las dos y apagué la luz. El amanecer nos cogió abrazadas
( Con gusto Clara, para ti )